Visitas: 153
Hay una cuestión fundamental en las Órdenes iniciáticas que es el respeto por los tiempos para integrar en el carácter y la consciencia la comprensión profunda del conocimiento humano. Es muy diferente leer y almacenar datos a comprender, porque el desarrollo espiritual y moral no es un proceso mecánico, si no un proceso orgánico que implica maduración y filtros. Tiene una naturaleza propia como las flores o la hierba que crece en el campo.
Las enseñanzas se estructuran en fases o grados no por capricho y formalismo si no porque se entiende que el ser humano necesita tiempo para experimentar y asimilar las verdades que se revelan a través de la reflexión.
El conocimiento que recibimos no es información para almacenar en la cabeza como si fueran libros que apilar en una estantería, si no sabiduría para experimentarla y enfrentarla en nuestras propias carnes. Además se trata de enseñanzas constructivas, esto quiere decir que antes de avanzar deben comprenderse las bases. Hacerlo de forma prematura sin haber integrado lo anterior reduce la experiencia sagrada a un hecho intelectual, generando confusión sobre el propósito original y un conocimiento superficial y vacuo.
Los rituales, símbolos y enseñanzas son semillas que actúan como cápsulas de información y necesitan tiempo para echar raíces, crecer y luego florecer cuando el individuo está preparado para asimilar su significado. Cuando la persona está preparada el fruto brota y se queda con ella para siempre.
Respetar los tiempos es un acto de humildad y una muestra de paciencia ante el Arte Real y los Misterios. Forzar el tiempo o ignorar el trabajo interno es una falta de respeto hacia nuestra tradición ancestral.
Buscamos despertar aspectos profundos del ser y esto implica confrontar nuestra ignorancia, reconocer errores, diluir ilusiones y darle otra forma a nuestra identidad.
Esto no se puede acelerar sin tener consecuencias: atajar caminos crea desequilibrio en el individuo, sería algo así como usar una máscara de sabiduría que no te corresponde, en vez de mostrar una auténtica y progresiva evolución interior.
La masonería actúa como un organismo vivo donde cada componente aporta energía al conjunto, por lo tanto no respetar los tiempos indicados puede influir en el colectivo. Respetarlos implica que la comunidad avance en equilibrio y de forma armónica, y procura que la impaciencia de un individuo no fracture la cohesión colectiva.
La paciencia es un valor iniciático por sí mismo que debe cultivarse y anteponerse a los caprichos egoístas.
Es como cultivar un huerto, primero aras y abonas, luego siembras las semillas y riegas y la naturaleza de las plantas hace que las hortalizas broten. La paciencia refleja la confianza en el orden cósmico de crecimiento.
Integrar conocimientos en el carácter en vez de almacenar datos, implica una alquimia de transformación interna donde el tiempo actúa como crisol.
Debemos trabajar disciplinadamente en practicar lo aprendido, la teoría debe convertirse en experiencia vital y la experiencia en virtud. No seguir estos pasos supone corromper la Orden.
Las prisas nacen del ego obstinado que desea obtener títulos y apariencias, no del alma que busca la verdad.
El verdadero poder no está en lo que se sabe o se conoce si no en lo que se ha llegado a ser por la experiencia individual.
Hay un proverbio chino que dice lo siguiente:
Las grandes almas tienen voluntades, las débiles sólo deseos.
Respetar los tiempos, es honrar el proceso sagrado de transformar ese conocimiento en tu esencia, como en la naturaleza toda auténtica floración, requiere la estación del año adecuada.
Los tomates en verano, las castañas en otoño.