Hola, ¿Cómo estás?

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Apreciado lector, posiblemente coincidas conmigo si te digo que la soledad es uno de los mayores males de la Humanidad. Esa soledad que hace que la existencia de una persona pase sin pena ni gloria por este mundo.

Y nada debe haber más triste que una vida de la que nadie se preocupa. De no recibir una sola llamada para preguntar un “-Hola ¿cómo estás?”.

Nuestra sociedad se está encaminando hacia el individualismo, hacia una existencia más virtual que real, donde los amigos se cuentan por clicks de Facebook pero donde los bancos de los parques  se quedan vacíos, silenciosos, sin risas, ni llantos, ni conversaciones a la luz de la farola.

Nos estamos habituando a mantener relaciones sin contacto, sin necesidad de tocar, abrazar, besar. Nos hemos habituado a la soledad de nuestros ordenadores, nuestros teléfonos y nuestras redes sociales. Y cosas tan importantes como quedar con los amigos, sentarse a hablar con la familia o disfrutar de risas alrededor de un paquete de pipas, están empezando a desaparecer de nuestras vidas.

Me gustaría hacerte reflexionar con estas palabras. Que hagas un paréntesis en tu vida cotidiana para intentar ponerte en la piel de la gente que vive y siente la soledad.

Porque en mi humilde opinión, la mayor enfermedad del mundo presente no es la tuberculosis o la lepra.

Es no ser querido, no ser amado y que nadie se preocupe por ti.

Tenemos unos avances tecnológicos en medicina que nos permiten curar muchísimas enfermedades físicas,  pero la única cura para la soledad, es el AMOR.

Querido lector, la pobreza de Occidente es un tipo distinto de pobreza. No es sólo una pobreza material, sino también de espiritualidad.

Y es por ello que pienso en nosotros, los Masones.

Porque ante todo somos HERMANOS y practicamos el AMOR FRATERNAL. Y aunque algunos nos vemos tan sólo en las tenidas, porque vivimos en ciudades distintas o a cientos de kilómetros de distancia, siempre nos sentimos acompañados. Nos preocupamos los unos de los otros, cultivamos el ESPÍRITU construyendo nuestro propio templo interior y además nos sentimos dichosos cuando nos juntamos en las tenidas.

He de decir que como Masón he desterrado el sentimiento de soledad de mi vida y he sentido el amor fraternal. Y además tengo la certeza de que  siempre habrá una llamada que al descolgar el teléfono me diga “-Hola ¿cómo estás?”

He dicho.

Miguel Ángel

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